PEDRO CABALLERO​

Pulpo al horno

Hasta San Antón, ¿roscón o panettone?

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Todo eran risas cuando Maduro decretó el comienzo de la Navidad para el uno de octubre. Todavía estábamos haciendo memes cuando, al alzar la vista de la pantalla, nos encontramos a los técnicos del ayuntamiento engalanando nuestras calles.No pasa nada, son leds”.

Un ejercicio bonito tras el sorteo navideño es, tras comprobar que eres igual de rico que la víspera, darles la vuelta a los décimos y repasar, al dorso, dónde fueron comprados. Te hace un recap (antes se decía resumen) del último semestre de tu vida más fidedigno que Instagram. Lugares en donde comiste o paraste a tomar un café.

Comprobé que tenía un décimo de Navidad de Casa Balbino, lugar de culto en Sanlúcar de Barrameda, y vinieron húmedos recuerdos a tortillita de camarón, langostino y manzanilla. El asunto es que por allí anduve ¡a primeros de julio! Milagros de la vida moderna: se puede pensar en Papá Noel y los niños de San Ildefonso teniendo al lado un tipo en chanclas, camiseta de tirantes y mariconera en ristre.

La Navidad ha llegado para quedarse. Cualquier día una Navidad se toca con otra. Porque la actual todavía no ha terminado, que “hasta San Antón, Pascuas son”. Y es que todavía revolotean por los armaritos de la cocina los dulces navideños (dulces de ‘aguilandos’, en la huerta), hechos precisamente con recetas e ingredientes que hacen su caducidad a largo plazo fiado. Cordiales y rollos se extienden por la encimera junto al resguardo de inscripción en el gimnasio. Son los fantasmas de las navidades pasadas que nos impiden cumplir nuestros propósitos de año nuevo.

A lo largo de enero se siguen vendiendo roscones de reyes. Es época todavía. Sí, y panettone. Y aquí vamos a la miga del asunto. La sociedad tuiterizada nos obliga a tomar partido, no valen medias tintas. Hay una mezcla cruzada de dos batallas que se solapan. La que se libra entre defensores de lo patrio frente al invasor itálico y, paralelamente, la que hay entre innovadores del roscón y ortodoxos que abominan de que pueda contener crema de galleta lotus. La primera contienda es guerra perdida. Levantemos los brazos y ondeemos la bandera blanca. Nunca de Italia nos vino nada malo: la romanización, Salzillo, el tomate seco, Raffaela Carrá… No digo que un buen roscón no sea estupendo, son cosas distintas. Pero como con tantas cosas en este país, nos cavamos nuestra tumba no cuidando lo nuestro. Las cadenas de supermercados y la industrialización han hecho mucho daño. Rindámonos: la esponjosidad, la elegancia y el aroma de un buen panettone es insuperable.

En casa somos muy de La Madrugada, perfecto, y huele a horas de reposo y trabajo. También probamos el de Moratalla y muy bien. Y de el de La Gloria, de Andrés Marmol, hablan maravillas. Pero no renuncio al roscón. Siempre hay una tercera España, que puede pellizcar un panettone con la mano izquierda mientras moja el roscón en chocolate con la derecha. Ahí me adscribo. Pero eso sí, lapídenme los ortodoxos, roscones como el de Glea me perecen auténticas maravillas de la pastelería, con sus toppings de lo que sea y sus originales rellenos. Son una epifanía para el día de la Epifanía. 50 lereles, que los merece (en la comparación relativa con otros).

No sabemos si algún día el roscón de Reyes hará de postre a un guiso de bacalao de cuaresma. O se servirá panettones en las barracas de las Fiestas de Primavera. Yo, la verdad, es que prefiero unas navidades finitas, hasta San Antón, que de todo se cansa uno. Y prefiero a Maduro dejando libres a los venezolanos, para elegir la Navidad cuando quieran y el gobierno que quieran.

En mi casa anterior tuvimos unos vecinos de ventana de enfrente que no quitaron el árbol de Navidad en todo el año.

  • Mira, siguen con el árbol puesto…- Me decía Cristina en marzo.

Déjalos, que al final el tiempo les dará la razón.

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