TOMÁS MARTÍNEZ PAGÁN

Gastronomía desde la Trimilenaria

Zambombas, virutas, vinos y cordiales

Picture of Redacción 'The Gastro Times'

Entre las muchas actividades en nuestra Trimilenaria, el pasado fin de semana pude disfrutar – junto a un grupo de amigos miembros del Club Flamenco Cartagena que preside Yiyo Solana – de una fiesta muy especial celebrada en la finca ‘La Jarandilla’ propiedad de mi buen amigo Samuel.

Fue una ‘zambomba jerezana’, una fiesta distintiva de la Navidad de Jerez de la Frontera. Tiene su origen en las reuniones que se organizaban en las casas de vecinos al caer la Nochebuena. Esta fiesta toma su nombre del instrumento estrella de estas fechas: la zambomba. Se trata de una vasija de barro cubierta con un pellejo animal o tela especial a la que, en su centro, se amarra una caña larga que, al frotarse con la mano, produce un sonido grave. Esa varilla de caña es el percutor que el músico frota con un paño húmedo creando un sonido profundo y vibrante que puede variar en tono e intensidad según la presión y la velocidad del frotamiento. Se cantan villancicos ‘aflamencados’ reunidos todos en un corro. Son momentos especiales e incluso, emotivos, que cada Navidad ofrece Jerez, una tierra muy flamenca.

De la misma manera, en el salón de la casa de la finca ‘La Jarandilla’ de la Trimilenaria, nuestro amigo Rafael – para todos conocido como ‘Quillo‘ – se enganchó a la zambomba. Situado junto a la chimenea y rodeado de ocho buenos amigos que hacían de coro, empezaron a cantar villancicos acompañados de la pandereta de Chus. Asimismo, Eladio, Fran y Nolito emitieron – con sus botellas de Anís del Mono – esos sonidos únicos que concordaron perfectamente con el coro. Samuel nos sirvió un vino Palo Cortado de la Cruz de Bodegas Arfe. Es un vino soberbio con toques de vainilla y frutos secos de una enorme complejidad y con una boca tan rotunda como elegante.

Después del disfrute de los villancicos, la zambomba y el buen palo cortado, llegó el momento de darnos un homenaje a nuestro estilo regional. Escuchando, de fondo musical, unos muy buenos villancicos aflamencados, degustamos un pata negra Joselito de Guijuelo pura bellota. Según comentan en algunos círculos, estos jamones son los Dom Perignon de los ibéricos. Un Joselito Gran Reserva de curación natural de 36 meses, de lento envejecimiento en las bodegas oscuras y silenciosas donde permanece a una temperatura constante de forma 100% natural hasta conseguir su perfecto afinamiento y una calidad organoléptica perfecta, aprobada mediante «el calado» donde se comprueban las características sensoriales del jamón, labor que realiza el Maestro Jamonero.

El exquisito jamón fue loncheado por el maestro cortador Emilio en virutas finísimas y acompañadas de regañas artesanas de Obando de una textura crujiente y un sabor inconfundible a buen pan. Sin lugar a dudas, fue una combinación extraordinaria junto con un vino D.O. Jumilla de Bodegas Carchelo, un Guarafia Garnacha Fina de la Sierra del Carche realizado con una semi-maceración carbónica, fermentación alcohólica y maloláctica en barricas de roble francés y una crianza durante seis meses en foudre cúbico con paredes de granito gris.

La verdad es que fue una auténtica ‘zambomba jerezana’ pero al más puro estilo cartagenero con buen vino, jamón, regañas y muy buena gente. Terminó con esta reflexión: «A veces donde menos buscamos es donde más encontramos; y de quien menos esperamos es de quien más recibimos». Mis mejores deseos de felicidad en estas fiestas y hasta el próximo año.

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