Apenas se despertó, trasudando por un mal sueño, el sultán bajó a los jardines de su palacio, a paso ligero. Su caftán le revoloteaba alrededor sin llegar casi a tocarle la piel de lo rápido que se movía. En un rincón del jardín, sentada sobre el pretil del estanque, una joven de su harén juguetea con las flores blancas de los nenúfares, haciendo ondas en el agua. El sultán, depositó su ira sobre la muchacha y la expulsó del harén con la excusa de verla extraordinariamente pálida. La muchacha anduvo perdida por los campos, sola y desesperada, sin nada para comer o beber. Un día, cuando estaba al límite de sus fuerzas, encontró un racimo de uvas, casi descompuesto y fermentado por el efecto del sol y el paso del tiempo, que había olvidado un pastor. La chica comió y bebió una suerte de papilla aparentemente descompuesta, y el resultado fue que esas uvas se habían trasformado en un “protovino”. Por efecto del alcohol, a la joven le acudió el rubor a las mejillas, el coral a los labios y la viveza a la mirada. Cuando el sultán la volvió ver, quedó muy agradado de su apariencia y le dejó volver al palacio.
Es dudoso que este sea el origen del vino, pero así me lo han contado.
Desde su origen, el vino ha sido respetado y consumido por toda clase de civilizaciones y culturas, incluso aquellas que tradicionalmente lo rechazan. Los musulmanes, que no cultivaban vides ni producían vino, sí que lo disfrutaban, aunque de forma discreta. Las “dâr al-sarâb” eran “casas de bebida”, habitaciones que se crearon para degustar bebidas alcohólicas sin llamar la atención.
Recordemos al famoso caudillo musulmán Almanzor, azote de la cristiandad, con hasta 56 campañas exitosas en la península entre las que destaca su victoria en las batallas de Gormaz donde hizo morder el polvo a la coalición de Ramiro III de León, García Fernández de Castilla y Sancho II de Navarra. Almanzor (Al-Mansur) se erigió en un pilar fundamental en la defensa del islam, con acciones contundentes como el devastador ataque que a mediados del año 997 infligió sobre Santiago de Compostela, o gestos como copiar a mano el Corán. Pues a pesar de tanto fervor religioso, el audaz caudillo acabó sus días en el año 1002 en Medinaceli afecto de cirrosis hepática por abusar del vino.
El cristianismo, sin embargo, bendice literalmente el vino y apenas ha aconsejado un consumo moderado en alguna ocasión, como en el caso de San Benedicto que fue apercibido de que se consumía demasiado vino por parte de los monjes, a lo que el Papa aconsejó no pasar de una pinta (500ml) de vino al día.
Muchos santos se relacionan con el vino, como San Lorenzo o San Vicente, pero para mi el más significativo es San Martín de Tours (316-397) y al que se atribuye la “invención de la poda”. El santo, que había sido militar, acudió con un grupo de frailes a trabajar en unas viñas. Durante la noche, los asnos en los que viajaban los monjes se soltaron y se dieron un festín en las cepas de las vides. A pesar del disgusto, San Martín pudo comprobar como las siguientes uvas brotaban más sabrosas y resistentes. Aunque sobre la producción y el cultivo del vino escribiremos en otra ocasión.
Continuará…