Gordon Ramsay es un chef famoso, más que por sus creaciones culinarias, por la mala baba que se gasta cuando las cosas no están a su gusto. La versión española del británico se llama Alberto Chicote y ambos saben lo que tienen que hacer para convertir una cocina en una pesadilla.
En Ramsey parece que se inspiró también Bradley Cooper para interpretar al Adam Jones de “Una buena receta” (2015), ridículo título con el que la película se distribuyó en España y que nada tiene que ver con el más descriptivo “Burnt”, que refleja la situación personal del protagonista, quemado tras llevar una mala vida de drogas, excesos y talento malgastado.
A diferencia de otros títulos que hemos comentado en este Gastrocine, la película pretende darle un poco más de sustancia al personaje principal, descrito como una estrella Michelin del rock que se ha pasado de vueltas y busca la redención.
Londres es el marco y un hotel de lujo el escenario en el que el Jones narcisista y déspota aspira a resurgir cual Ave Fénix tras pasar su penitencia personal, si es que abrir un millón de ostras es suficiente castigo a sus tropelías.
En el camino hacia su reconversión tendrá que saldar cuentas con el pasado y entender que no se puede vivir como un capullo egoísta pensando que los demás valen menos que un manojo de perejil.
El mérito principal de “Una buena receta” es que entretiene y eso ya es mucho. No sólo por los exquisitos y afrancesados platos que pasan ante nuestros ojos, sino también por la forma en que está hilvanada esa red de relaciones que se tejen en torno al chef: la hija de su mentor, la terapeuta, el chef-amigo rival, el chef vengativo, la atractiva subchef (yo también me prestaría a hacer tándem con Sienna Miller) y sobre todo el dueño del hotel, que interpreta con su solvencia habitual el español Daniel Brühl, un tipo con una carrera de lo más interesante.
Quienes sean muy fans de Cooper no se pueden perder “Una buena receta”, que está concebida para su total lucimiento personal (el look rockero le sienta de lujo) y artístico, como demuestra el hecho de que en algunas secuencias se permita alternar su inglés de origen con un francés inmaculado.
Y quienes no lo sean, que alguno habrá pese a lo bien que cae el muchacho, deben saber que por muy quemados que se sientan, siempre hay un camino hacia la luz: la voluntad de querer cambiar.