Llevo un tiempo autoescandalizandome, algo que me ocurre de forma más habitual de lo que quisiera. Salgo por las mañanas a la vida y ¡pum! me autoescandalizo. Y así voy de escándalo en escándalo. Por experiencia y por necesidad puedo decir que desde hace años tenemos un nuevo modelo cultural, que me escandaliza, sí, que parece establecido y generalizado, también.
Todos hemos oído hablar de la fast food, un concepto de comida arraigado y globalizado que no tiene nada de bueno y todo de éxito.
No estamos hablando de puestos callejeros, que ya existían en la antigua Roma, donde puede existir una estrecha relación incluso con alimentos populares o tradicionales, hablamos de un tipo de alimentación completamente insana de alto contenido en grasas saturadas, sal y azúcares que nos intoxican y nos enganchan por su exceso en aditivos y demás procesados. Lo que todos conocemos como “comida basura”.
Estableciendo el paralelismo, o el símil, o la comparativa, o lo que ustedes quieran, este nuevo modelo cultural es el que hemos denominado, fast cultural. Y ahora, a ver si me explico.
Consumir fast food, ya deberíamos saber todos que no nos sienta nada bien. Por el mismo motivo, consumir fast cult, tampoco. Los procesos creativos y culturales tienen que realizarse a fuego muy lento y con ingredientes de muy buena calidad. No se pueden realizar proyectos cortoplacistas o de consumo fugaz que normalmente no se procesan bien y no generan sinergias entre los usuarios, consumidores o población en general.
Un proyecto cultural no es un evento. Esto se puede matizar pero un evento cultural puntual, es siempre interesante si forma parte de una estrategia bien elaborada y cocinada, de proyección bien pensada y que establezca vínculos entre el entorno, el contexto, las necesidades y demandas de quién lo vaya a consumir.
La fast cultura no permanece, se evapora. No necesitamos cantidades de eventos de índole cultural, necesitamos cultura de calidad en los espacios creados para ellos donde promotores y artistas puedan ofrecer lo mejor de ellos con los tiempos necesarios para una cocción lenta. Y los resultados serán fáciles de identificar, cultura gourmet a buen precio, sin sobrecostes y saludable.
Al igual que los expertos en alimentación nos proponen volver a el concepto de slow food, los que amamos la cultura como proceso de realización personal, socialización y creación, necesitamos volver a la slow cultura; bien procesada, de calidad, con garantías, con nivel, con ilusión, con inquietudes de algo nuevo y rico. Con amor.
Mamen Navarrete es gestora cultural y técnico de Cultura en el Ayuntamiento de Murcia.