PEDRO CABALLERO​

Pulpo al horno

El Descubrimiento

Picture of Redacción 'The Gastro Times'

Llegar a América fue un empeño de hambrones. ¿No os parece? Los historiadores saben mucho y teorizan. Que si las ganas de aventura, que si el empuje evangelizador… Desde luego, no seré yo quien les discuta en el plano académico. Todos mis respetos. Pero vamos a apoyar el codo en la barra del bar.

Al final… ¿qué buscaba Colón? ¿Tierras, propagar la Buena Nueva, oro..? No. Buscaba traer especias. ¡Especias! Después de todo, la motivación de embarcarse en una expedición imposible era encontrar una mejor ruta para traer, desde la India, cosas que mejoraran las experiencias del paladar. ¡Para hacer más sabrosas las comidas! Luego fue una motivación hambrona. Había una necesidad creada por disfrutones. Gastronómica, que diríamos hoy.

Dice mucho de la importancia del buen comer para el hombre del renacimiento que la mejora y opulencia de las comidas fuera tan importante como para montar toda la parafernalia que al final acabaría siendo la conquista de América.

Que el descubrimiento es una cosa y la conquista otra, claro. Pero es que podemos pensar que el movimiento de gentes que se trasladó al nuevo continente, y comenzó la mayor aventura que la humanidad haya conocido, lo hizo por otro proceso gastronómico. En este caso, simple y llanamente, el hambre.

Y es que hubo periodos en la Península Ibérica en los que la cosa estaba muy malita. Que si no, de qué iba a coger un extremeño que nunca había visto el mar (un mar que se acababa abruptamente y caía a un abismo de monstruos) y meterse en un barco tres meses para aparecer en Dios sabe dónde.

Luego está lo del intercambio, la mezcla. Qué riqueza sociológica ha producido el encuentro entre esos dos continentes. Qué bonito es sumar. No nos hacemos a la idea de cómo sería nuestra gastronomía antes del hecho.

Paellas sin sofrito, ensalada murciana sin tomate, chorizo sin color, cine sin palomitas, churros sin chocolate o tortilla de patatas sin patata. Solo como botón de muestra. Cuántas cosas que consideramos genuinamente nuestras y que lo son, en tanto en cuanto llevan cinco siglos en nuestra despensa, pero no más.

Pero ¿y que sería de los platos más consumidos y repetidos de Latinoamérica? ¿Habrá algo más típico que el arroz blanco acompañando a prácticamente todo? Creo que no. Imaginad un taco sin tortilla de trigo, sin cerdo y sin chorrico de limón.

No habría cochinita pibil si los antepasados españoles de los actuales mexicanos (no los nuestros, que se quedaron aquí) no hubieran subido a bordo lechones para tener algo que echarse a la boca al desembarcar…

No tendríamos los mejores rones del mundo sin que hubiera llegado la caña de azúcar al Caribe ni inmensas extensiones de viñedo en Argentina, Chile o California…

En fin, ni nosotros ni ellos seríamos lo mismo. Mesas más tristes, seguro. Y platos más sobrios y repetitivos.

Qué bonito es sumar. Brindemos pues por el hecho más trascendental de la historia de la humanidad.

Compartir con

Scroll al inicio
Recibe la newsletter de
The Gastro Times en tu correo
Ir al contenido