Según las malas lenguas fue el genio italiano Caravaggio quien pintó el primer bodegón como género artístico allá por el 1596. Pero no es exactamente así, no se le puede atribuir al genio lo que no es del genio, estos ya existían en la Grecia Clásica por el 500-400 a de C. y luego los popularizaron los holandeses en el S.XVII.
El bodegón, también llamado «naturaleza muerta«, es un género pictórico caracterizado por mostrar objetos inanimados en entornos caseros. A mi personalmente me han encantado siempre. Indudablemente pese a las licencias artísticas de cada autor, sirven claramente de documento etnográfico, social y antropológico.
Seguramente todos tengamos en la cabeza alguno de los muchos que existen en las distintas pinacotecas del mundo. Esas viandas llenas de todo tipo de aves con sus plumas brillantes, carnes como conejos, corzos y jabalíes, frutas perfectamente colocadas, jarras de vinos, verduras de todas la variedades. Preciosas vajillas, flores y buena cristalería pueden conformar el conjunto creando casi siempre composiciones amables, realistas, cotidianas y sugerentes.
En los años que llevo paseándome por exposiciones y museos siempre, mi mente inquieta y en ocasiones inconformista, busca lo que normalmente no hay. Un bodegón actual.
Dice mi Pepito Grillo particular que los bodegones actuales son las miles y miles de fotos de comida que hoy se suben a Instagram en todo el mundo, como siempre tiene algo de razón. Pero yo imaginativa y práctica busco en las paredes de las exposiciones algo que pueda ser reflejo actual de un bodegón del S.XXI.
Primero me imagino un par de botes de pastillas para regular la macrobiótica, otro par de magnesio y cúrcuma. Al fondo dos botellas en evidente plástico reciclable con bebidas isotónicas y dos cajitas de té matcha, una paquete plastificado de tomates cherrys de un dudoso rojo intenso, en una esquina bandejas de salmón cortado y laminado y en la otra hamburguesas de tofu con semillas de sésamo a la mostaza de cardamomo. Y para finalizar y como reto a los dioses, un vino tinto de cosecha ecológica y una bolsa de snacks de garbanzo.
Y ya está, no me da para más, sin criticar lo que cada uno pueda comer para su bienestar y su salud y siguiendo siempre los consejos médicos y especialmente los de cada una de nuestras abuelas. Los bodegones deben sera ahora, antes y mañana, los de la dieta mediterránea. Ni keto, ni paleo.
En estos momentos y en plena cuaresma, un bodegón con su pescaito frito, sus torrijas, sus monas con huevo, su potaje de vigilia y tal.
No sé si soy antigua, clásica o una torpe, pero ahí lo dejo. Imaginen el bodegón de hoy y me cuentan.