PEDRO CABALLERO​

Pulpo al horno

Desayuno con Diamantes

Picture of Redacción 'The Gastro Times'

Un día eres joven y otro día estás quedando para desayunar. Así es la vida ¡fluum!  Como un desayuno (de los de antes: un cortao en dos tragos). Breakfast, break y fast, romper rápido, qué bien definen estos ingleses. Pero rápido era ese desayuno pre-oficina español, dos tragos. Hoy en día, el desayuno ya es un verdadero ritual, que da para ser objeto de stories a publicar en redes o para ser motivo de echar un rato con alguien, si se hace fuera de casa, como el que quedaba para echar unos vinos. En mis tiempos, solo desayunabas con amigos si el sol te sorprendía en plena juerga. Si no, directamente era un trámite a obviar, y se saltaba de la cama directo para el aperitivo, en el mejor de los casos.

Pero hoy día, la legislación nutricia se ha puesto muy severa, y ojito con saltarte un buen desayuno. Y es que, señoros y señoras, desayunar está de moda. No me parece mal, ni bien, que yo en esto de los desayunos soy muy libertario y he practicado de todo. Desde la objeción de conciencia, la imposibilidad horaria o los churros, a los desayunos actuales donde afloran aguacates y brillan lonchas de salmón bajo huevos benedictinos, por exigencias facultativas, vamos a decir.

Hace un par de años me mudé a mi nuevo barrio. En él solo hay gimnasios, fisioterapeutas, clínicas veterinarias y algún que otro psicólogo. Creo que sobran credenciales para decir que vivo en un barrio “de su tiempo”. Pues bien, si ya teníamos dos o tres sitios para desayunar bucólicamente, esta semana abre aquí su tercer establecimiento la cadena que está revolucionando el mundo del tostadeo en la ciudad. Buenos cafés y tostadas que necesitan cocinero. Carta de tostadas permanente y otras que rotan mensualmente. A mí, personalmente me encanta, pero también es cierto que uno ha vivido cuando un desayuno costaba 85 pesetas y todavía se sorprende cuando ve que, por menos de 7 pavos, no te escapas en estas mañanitas. Que el otro día pedí un café con leche vegetal (para llevar, sin gasto de lavavajillas) en una pequeña cafetería modernica y casi me da un calambre. Yo solo quería llevar un vaso de cartón, como el que usa Audrey Hepburn en el escaparate de Tiffany´s para ver diamantes, pero no pensaba que por poco tengo que vender uno para costear el desayuno líquido. En fin, la inflación.

Si tuviera que recomendar un desayuno de lujo, allende nuestras fronteras provinciales, diría el del Hotel Wellington, en Madrid. Excelente, pero no hace falta empeñar los brillantes de la abuela. Es tipo buffet, pero la calidad de los productos, detalles como que la miel vaya chorreando desde un panal natural, la exquisita atención y el poder poner a prueba a la cocina en las múltiples posibilidades que tienen los huevos, lo hacen apuesta segura para cualquier cliente, que no hay que estar hospedado allí.

Pero los desayunos que recuerdo con más ternura son los que hacía, de niño, los domingos en casa de mis padres, cuando nos reuníamos a tomar chocolate con picatostes que iba friendo mi madre, antes de ir a misa. Mi padre nos contaba cosas de cuando él era pequeño: que si se cayó de la mula, que si cazaba pajarillos en las nevadas poniéndoles pan… Luego vas creciendo y nuevos horarios van modificando costumbres matinales, y vas necesitando cafeína…

Y los que recuerdo con una sonrisa son los de esa época en la que recibes tus primeros salarios y, en las zonas de playa, cuando la salida de las discotecas de verano se hacía ya con luz natural, sustituíamos el afterhour por ir a la Pescadería Albaladejo, en San Pedro. Allí Jose, el hijo de Sinforoso, nos echaba unas cañicas en el grifo que tiene de hospitality para amigos y clientes mientras nos llenaban unas bolsas con huevas, gamba fresca y filetes de ijada de atún, para salir en búsqueda de la casa que estuviera huérfana de padres ese día y, a ser posible, que tuviera plancha. Bien de proteínas, unos visionarios.

Esas delicias para deshacer el ayuno y esos momentos vividos. Creo que no hay diamantes en Tyffany´s que pudieran comprarlos.

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