Tener gusto y tener estómago. Dos capacidades que resultan indispensables para llegar a buen puerto en esta vida que es un mar de fuerte marejada repleto de islas, cabos y, especialmente, golfos.
El talento del gusto nos indicará a modo de astrolabio, dónde encontrar el punto de amarre, el asidero que evite el naufragio, la capacidad del gusto nos llevará hasta el placer de un beso salado, de una declaración jugosa, una lectura ácida, una caricia picante o una crítica cítrica.
El idílico paisaje del gusto tendrá su contrapeso en aprender a tener estómago, unas tragaderas bovinas, con los cuatro estómagos dispuestos a digerir, la salmuera del beso, la declaración sine die, la acidez de una mala novela indigesta, y la caricia que raspa y la crítica estomagante.
Y de eso se trata, el reto ahora es buscar los sabores que nos dejan los días, los titulares que se esparcen en las barras de los bares provenientes de tuits, videos virales y conversaciones de desconocidos. Las palabras, la actualidad y la comunicación se acompañan de sabores, de formas, de múltiples metáforas que nos llevan la imaginación a la mesa, desde el gusto por la fruta de algunos políticos al argumentario antí carne por parte de otros. A veces la polarización izquierda y derecha es tan ridículamente amplia que nos afilia a la fresa o al entrecot.
Cado que rodean los sabores y los bocados ‘di cardinale’ desde ahora, y si Conchetta me lo pide, tendré el placer de combinar en este espacio gusto y estómago aportándoles lo mejor de lo mejor, porque si mi amiga, me pide viandas, yo le daré canela en rama.
PD. Porque es lo mínimo que puedo hacer ante alguien que me enseñó el placer del vino blanco en medio de una playa en la meseta, y porque en esa aventura que iniciamos de sabores, experiencias y placeres se me agudizaron las papilas gustativas afinando mucho el gusto y sin duda, ensanchando el estómago.