Cuando las tardes se alargan en un hermoso preámbulo, llamado primavera, todo, hasta el aire, nos parece más libre, más apetecible y más fresco. El armario se deshace de lo pesado y se llena de ligereza e ilusión.
Estilísticamente hablando, la moda marca unas tendencias inequívocas hacia la elegancia intemporal y la calle se hace reflejo de ello. Rayas, lino y estampados florales, marcan una primavera llena de sofisticada diversión.
Cada temporada, la moda tiene un código y me pregunto si la gastronomía lo tiene también o si es solo en lo relativo a la estacionalidad de las materias primas. ¿No deberían quizás, cocinas y salas de los restaurantes cambiar un poco en cada estación?
Si en casa desechamos hasta el próximo año abrigos y cachemir, ¿por qué soportar tapicerías pesadas y ornamentos y oscuras vajillas en nuestros restaurantes favoritos? No deberían ponerse a la moda o sencillamente adecuarse a cada estación?
¿Soy yo o la moda, con su inmenso poder de seducción, lo arrasa todo?
Quizás solo quiera enseñarnos que la belleza debe estar en todas partes y en la gastronomía también.