TOMÁS MARTÍNEZ PAGÁN

Gastronomía desde la Trimilenaria

Tinto, blanco y rosado

Picture of Redacción 'The Gastro Times'

Cuántas veces hemos oído comentar que el mejor blanco es un buen tinto. Pero de los rosados, pocos hablan, y eso que también son unos extraordinarios vinos. A mi buen amigo y extraordinario bodeguero Domingo le gusta comentar que el mundo del vino es una espléndida paleta de colores, sabores y aromas, destacando entre sus variedades más fundamentales el vino tinto, el blanco y el rosado. Los tres estilos de vino captan la gran diversidad de las uvas, los procesos de vinificación y, por supuesto, los gustos de los enólogos. Cada vino tiene su lugar tanto en la mesa como en el paladar.

El color distingue las variedades, sin embargo los tres tipos de vino comparten elementos comunes: la calidad y variedad de las uvas, el clima y, por supuesto, el suelo donde se cultivan las cepas. Son factores que impactan en el color, el sabor y el aroma del vino. Los vinos de mayor calidad suelen producirse en suelos con poca materia orgánica y humedad, próximos a mares y ríos. La diversidad del clima contribuye a una gran gama de excelentes vinos.

El vino tinto obtiene su tonalidad oscura durante la vinificación, cuando el mosto se fermenta junto con las pieles de las uvas. El vino blanco, a diferencia del tinto, presenta tonos más pálidos, desde incoloros hasta un amarillo suave. No se produce maceración con las pieles de la uva, por lo que el mosto no adquiere color. El vino rosado se caracteriza por su color, que varía desde un naranja pálido hasta un rosa intenso, dependiendo de la uva, la región y el proceso de maceración. La creencia popular piensa que el vino rosado es una mezcla de vino tinto y blanco, cuando en realidad el vino rosado tiene sus propios métodos de elaboración.

Los vinos rosados empiezan a sonar con nombre propio. Si años atrás se puso de moda el término “tardeo”, para aludir a la actividad de ir de tapas o copas por la tarde, un sustantivo que se ha quedado y se practica cada día más, ahora le llega el momento a otro que empieza a consolidarse: el “roseteo”. La puesta de sol es el punto de partida y la actitud esencial para vivir esta nueva vivencia. Este movimiento es la continuación del tardeo, en ese otro momento de ocio del día tan nuestro, antes de las cenas de primavera y verano. En esos bellos atardeceres, en nuestras calles de ciudad, en la costa, en el pueblo y en cualquier rincón, la vida se convierte en color rosa. En Navarra, tierra de rosados por excelencia, el “roseteo” está plenamente consolidado.

Pero también los rosados de otras D.O. transmiten frescura, ligereza y aromas derivados de uvas como Garnacha, Syrah, Tempranillo y Merlot. Servidos en su punto de frío y en una copa elegante, son un verdadero placer para compartir con el tapeo durante el “roseteo”, al igual que en las cenas veraniegas, donde nos permiten descubrir los secretos del vino rosado y hacen vibrar cada descorche.

Tomás Martínez Pagán

Compartir con

Scroll al inicio
Recibe la newsletter de
The Gastro Times en tu correo