Cuando hace 10 años Tomás Écija decidió abrir las puertas del restaurante La Maita, tenía claro que quería apostar por la cocina fusión. Un concepto entonces diferente y poco conocido que ha acabado invadiendo las cocinas de toda la región. El chef, que ya tenía el restaurante El Albero, en Ceutí, decidió emprender esta aventura en su localidad natal, Molina de Segura, en un lugar privilegiado en medio de las ruinas de una alcazaba medieval. La entrada al establecimiento ya da una pista de que este es un sitio único. Una década después esa apuesta se ha consolidado y se ha convertido en un lugar de referencia para los amantes de la cocina fusión.
«Empezamos como algo diferente y también muy arriesgado porque la apuesta era novedosa. Pero la aceptación fue muy buena desde el principio, en parte porque no partíamos de cero”, cuenta Tomás Écija. Su pareja, Cundi Sánchez, también chef, se quedó al frente de El Albero y él se dispuso a explorar en la cocina fusión en este nuevo emplazamiento de dos alturas con unas vistas privilegiadas sobre la localidad.
El edificio, una joya arquitectónica moderna, tiene, sin embargo, una cocina pequeña, que no impidió al chef elaborar una carta amplia y variada en la que incorporó sabores exóticos y creaciones que remiten a la cocina internacional.
“Fuimos de los primeros que empezamos con la cocina fusión porque nos gusta mucho viajar y probar cosas nuevas. Quisimos traer a Murcia esa cocina con toques asiáticos que entonces nadie hacía aquí”, explica. “Y seguimos con esa línea. En nuestra carta encuentras platos con raíces, con una tradición revisaba, y un apartado importante de la cocina fusión”.
Una comida en La Maita tiene esa mezcla de tradición y vanguardia, con platos como el canelón de chato murciano, embutido propio de gallina murciana, el ravioli de rabo de toro (un plato que viene de El Albero) o setas de temporada con huevo y torreznos, junto a un nigiri de atún rojo y caviar Beluga, erizo con tartar de navaja cítrica o la conserva de hueva de mújol confitada en aceite con alga nori. Y esa mezcla funciona y convence. La carta se cambia dos veces al año pero cada semana ofrecen las sugerencias fuera de carta que dan mucho juego al chef.
Mención especial merece el apartado de sushi, del que Écija siente debilidad, y que en carta aparece bajo el epígrafe ‘De Japón al Segura‘. Incluye uramaki flambeado de salmón, futomaki tempurizado de atún rojo o maki-roll empanado de langostino.
Disponen, además, de un menú degustación muy completo que refleja a la perfección esa cocina fusión con la impronta del chef. Consta de seis platos, postre y maridaje (60 euros), con elaboraciones como hueva de mujol confitada en aceite, saam de atún rojo y niguiri de salmón gratinado o alcachofa confitada con boletus y foie.
«Empecé joven y he querido ofrecer aquí algo diferente. No ofrezco un menú gastronómico ni voy a por la estrella Michelin, la verdad. Me gusta ir más a nuestro aire, hacer lo que nos gusta, divertirnos», explica.
Por eso, continúa trabajando en la misma línea de ofrecer bocados actuales, con mezcla de sabores pero con raíces tradicionales, con un buen producto de temporada. “Si algo funciona, ¿para qué lo vas a cambiar? Es con lo que me siento cómodo”, asegura.