Lo recuerdo perfectamente, a pesar de que tenía sólo ocho años. Mis padres me llevaron al cine a ver una película para mayores de 14 años, por si fuera poca la emoción del momento, mi hermano Juanjo, de 6 años, se quedaba en casa con mi abuela, lo que le daba a la escapada ciertos tintes de clandestinidad que me encantaban. Los calendarios pintaban que discurría el nombradísimo año 1978 y la película en cuestión era Grease. Imagino que sería mi primera película musical, antes de Grease sólo tenía referencias, en lo que a cine musical se refiere, de un disco que ponía mi tío Mariano donde Camilo Sesto se desgañitaba atormentado y quejoso, a pesar de la devoción de Ángela Molina, y todo ello acompañado de un Teddy Bautista enorme como Judas.
Volvamos a la película Grease. En la cafetería Frosty Palace se reunían las Pink Ladies capitaneadas por Betty Rizzo, y los T-Birds liderados por Danny Zuko, comían y bebían cosas que en la Murcia del 78 se me figuraban ciencia ficción; los batidos eran casi de un litro y en vez de ir en botellines con chapa y el dibujo de una vaca, se servían en unas tazas altas y anchas con pajillas. Ya sabíamos lo que eran las hamburguesas, pero aún no había representación de las grandes cadenas en nuestra tierra. Todo era raro e interesante. En un momento dado Sonny le dice a Kenickie que se vayan a tomar una pizza, y ahí es cuando me explotó mi cabecica de ocho años… ¿qué coño era eso de una pizza?, ¿estará rica?, ¿qué llevará? Juraría que no sale una sola pizza en la película, y si sale, no aclaran que eso es una pizza. Salí con mi duda y no sé cuánto tardé en aclararme. Se le atribuye a la pizzería Góndola el honor de ser la primera en abrir en Murcia, en la emblemática calle Saavedra Fajardo, era el año 1981.
El año 78, no obstante, tuvo efemérides aún más significativas que el estreno de Grease, me disculpará el señor Travolta. Ese año quedó escrita y aprobada nuestra Constitución.
¿Qué comieron nuestros padres de la Constitución durante sus reuniones, debates, acuerdos y demás espacios de trabajo?
Al parecer, y como la cosa iba en serio, los menús no brillaron por su elevado coste o exuberancia, la cosa fue más bien frugal, aunque no se lo crean allí se iba a trabajar, a ponerse de acuerdo sí o sí, sin prensa, sin redes sociales, sin hacer el gilipollas. Los unos y los otros sabían que era vital entenderse.
Uno de los sitios más frecuentados para comidas y cenas era el restaurante Casa Manolo, los churros por la mañana y las croquetas de jamón eran inevitables. Cuentan que desde el Congreso alquilaron un piso justo encima del restaurante, y allí lejos de la prensa, curiosos y presiones, se reunían a redactar la Constitución. En un artículo del periódico digital Huffpost explican que una tarde, a última hora, los políticos que ocupaban el piso, y llevaban todo el día trabajando y fumando sin parar, abrieron las ventanas para ventilar y la tremenda humareda que subió opacando los pisos superiores, sirvió cual señales de humo de los Comanches, para que los chicos de la prensa los pillaran. Tuvieron que cambiar de escondite.
Por su parte, los siete padres de la Constitución se recluyeron en el Parador de Gredos donde predomina la comida de tradición serrana castellana. Cuentan que las cenas que tomaban eran entre ligeras y ausentes, pero no puedo dejar de imaginar a Manuel Fraga remangado y feliz delante de un plato de patatas revolconas y torreznos, o unas judías del Barco de Ávila con presente de matanza. También perduran hoy día platos como la trucha típica de Gredos, chacinas de caza y embutidos serranos, o las migas del pastor.
Al caer la tarde, acostumbraban a pasear por el entorno del parador charlando distendidamente. Parece que puedo verlos venir por la vereda, entre rebollares y encinares, transportando la niebla que emite el puro Montecristo de Peces Barba, y que, según un artículo de José Luis García Del Pozo, se los hacía traer en el coche de línea desde Ávila.
Eran otros tiempos.