MAMEN NAVARRETE

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El cuerpo de Cristo

Picture of Redacción 'The Gastro Times'

La historia, tan cíclica ella, nos trae y nos devuelve constantes acontecimientos que pasaron desapercibidos en su momento y que en realidad ya existieron desmontando lo de la novedad en muchas ocasiones. Normalmente excepto grandes acontecimientos tecnológicos, muchas cosas tienen un precedente sobre todo cuando de genialidades femeninas se trata. Hace poco me he enterado que el maravilloso Cristo Crucificado de Dalí, actualmente expuesto en una iglesia de Roma, tiene su inspiración en un pequeño esbozo de San Juan de la Cruz.

Me chiflan los crucificados, suena raro, pero es así. Las tallas y las obras pláticas, los marfiles, las maderas, todo lo que tenga esencia de crucificado. Me parece una genialidad llevar esos cuerpos de una persona joven y con mucho sufrimiento a lo máximo de la adoración. Hay montones de obras de artistas consagrados y menos conocidos de una excelente calidad. No digo nada del Cristo en la Cruz de Velázquez, es impresionante. Lo cuento porque trabajando un tiempo en un centro de conservación de bienes culturales pude ver tallas muy de cerca pero nunca nada supera la corporeidad de un hombre clavado en un madero.

Hace muchos años, siguiendo los cánones sociales, acompañe a mi preciosa hija durante dos años a su inmersión en la sagrada comunión a través de la catequesis. Todo bien y nada que objetar. En ella le explicaron que el día de la comunión lo que tomarían durante el acto de la misma sería el “cuerpo de cristo”. Ella tan especial y analítica, lo entendió literalmente. Acostumbrada a andar conmigo de museo en museo por toda Europa, había visto mucha crucificados desde bien pequeña.

Así que una tarde al recogerla de la susodicha catequesis me preguntó con toda inocencia. Mamá, nos han dicho que el día de la comunión tomamos el “cuerpo de cristo”, le digo, si, claro, y entonces vino la pregunta. ¿Mamá, qué parte se come?

Y así es la vida, la niña daba por hecho que ese día la iba a sorprender con un buen guiso de carne, algo elaborado, imagino que con unas patatas, un poco de laurel y algo de vino para darle contundencia.

Es una anécdota que he contado muchas veces, me hubiera encantado contarla en la catequesis, pero me contuve: no hubiera quedado fino. El placer por la comida de mi hija transcendió a límites insospechados aquella tarde en la que imaginó su comunión compartiendo algo de carne y entrando directamente a la iglesia católica por la puerta de delante, como una reina culinaria.

Luego resultó que lo del vino si era verdad y ahí no pude explicarle que era eso de la sangre de Cristo embotellada en la bodega del abuelo.

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