¿Cuánto tiene de americana la ‘Bacon Cheese Burger’?, ¿Cuánto de sureño y mejicano en el taco tex-mex?, ¿Cuánto de exóticamente oriental el pato al estilo taiwanés? ¿Cuánto de deliciosamente italiano el cannoli…?
A estas alturas y mientras teorizamos sobre la ‘aldea global’, cuando hablamos de economía y tecnología (que al fin y al cabo son lo mismo), el ‘nuevo orden mundial’ camina en una dirección proteccionista, arancelaria, parcelaria, reduccionista reaccionaria y por lo tanto absurda e injusta para la gente (que al fin al cabo es quien come)
Somos hijas e hijos de una cultura globalizada, y no desde que llegó la Coca-Cola a inhóspitos poblados de indígenas, no; pertenecemos a una cultura globalizada en el momento en que fuimos capaces de confundir medios con fines, mercancía por valor y sujetos por objetos.
Desde ese momento, somos aldeanos de un inmenso globo (que por cierto hay quien aún piensa que es plano) lleno de individuos que consumen, compran y comen…producen y comen…tiran, comen y vuelven a comer para trabajar y tirar…
Por eso, cuanto oímos la palabra ‘arancel’ expulsada al aire desde Washington, como si el verbo se hiciera carne y habitara entre nosotros, sabemos que en el fondo es una falacia de presión, un bluf, un fake tan parecido a ese ‘autentico sabor americano’ de la hamburguesa con queso y bacon; la cual realmente es una ‘criatura mixta’. La carne proviene de Argentina, uno lo de los mayores países exportadores, el queso muy probablemente de los Países Bajos, que son los principales exportadores de Gouda y Edam, y si se combinan lo quesos entonces tendrá doble acento europeo, ya que Alemania es la mayor exportadora de el Emmental y el Limburger del mundo.
Esto significa que en el bocado ‘genuinamente americano’ tan solo hay un poquito de regusto nostálgico a marketing yanqui, ante el cual la aldea global necesitará una cantidad mayor más de sal de frutas para poder digerirlo.