LUCÍA HERNÁNDEZ

Canela en rama

Café con aroma de…

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¿Qué hay detrás de ese sorbo exquisito ligeramente anisado qué sabe a café pero no lo es? ¿Qué esconde el sabor tostado precolombino?, ¿De dónde procede esta delicia que solo llega a nuestras gargantas en celebraciones pintorescas? ¿Dónde se oculta el resto del tiempo?

La intrahistoria del café de puchero, viene como casi todo lo exquisito de historias de pobreza y supervivencia, del ingenio de gente campesina que a falta de café transformaron los cereales en esta suculenta infusión, hija del ‘querer ser’ y sobre todo de la ausencia.

Nos saben a sorbos de café de puchero los versos del poeta murciano (archenero concretamente) Vicente Medina cuando nos decía: ‘¿Pa qué qiüés que vaya? Pa ver cuatro espigas arroyas y pegas a la tierra; pa ver los sarmientos ruines y mustios y es mías las cepas, sin un grano d’uva’…

Porque precisamente de esas cuatro espigas de cebada o de malta tostada se obtenía algo parecido al café, pero aún hay más. Fue durante la Guerra Civil Española cuando el grano de café pasó a ser un codiciado producto, hasta el punto de que su comercialización tenía más que ver con el comercio de estraperlo que con la venta legal, o por así decirlo, el café se convirtió en ‘un producto en negro’ difícil de blanquear, obtener y sorber.

Hacer de la necesidad virtud y de la carencia ingenio ha sido una de las locomotoras de la propia especie, y este dinamismo ha recaído desde el génesis, el big bang y desde que Lucy bajó del árbol, en los humildes que producen, sostienen y alimentan ‘a las manos muertas’, de este modo los campesinos cultivaron achicoria y de sus hojas y raíces tostadas, lograron obtener una infusión que en su mezcla con el cereal tostado asemejaba mucho al ansiado café.

A esta historia de pobreza y alquimia hay que añadir que para alegrar el sorbo que mejor que aliñar con unas gotas (quien dice gotas dice chorro generoso) de anís, el cual no faltaba en la ‘leja’ de ninguna casa bien fuera para condimentar el café, quitar un dolor de muelas o servir de chute de adrenalina a la hora de atender un parto.

En este tiempo de primavera, disfrutamos ese exquisito sorbico que nunca se infusionó en una cafetera, sino en una triste olla, la misma olla del caldo para aliviar los duelos, la misma olla de hervir el agua para atender al nacimiento de tu madre…esos pucheros que daba a luz cafés, que parecían café pero no lo era. Como casi todo.

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