LUCÍA HERNÁNDEZ

Canela en rama

Aquí hay tomate

Picture of Redacción 'The Gastro Times'

Rojos brillantes, anaranjados, carnosos, rallados y verdosos, casi negros, purpúreos y reventones, verdes cinematográficamente fritos…ellos, los tomates.

Los atztecas los denominaron Xïctomatl’ palabra que sonaba en los oídos de los primeros conquistadores españoles como ‘Tamatl y de ahí derivó a la actual nomenclatura ‘Tomate’. Esas delicias coloradas son por tanto unos frutos que nos llegan como casi todo lo español, desde América (aprovecho para señalar que trajimos mucho más de lo que llevamos, no sin expoliar y mezclarnos violentamente y a eso ahora hemos convenido en llamarlo interculturalidad).

Para los aztecas andinos el tomate o ‘Tomatlera un ‘fruto con ombligo’, porque eso es lo que significa la palabra, y sin lugar a dudas estuvieron acertadísimos dado que este pueblo, inocente de su futuro y del nuestro, desconocían que el tomate también sería un motivo donde, más de 500 años después, en la vieja Europa conquistadora altos cargos políticos, con el tomate como protagonista, también mirarían su ombligo y no el del tomate sino el propio.

Hubo tomate, cuando la exministra francesa Ségolène Royale, declaró en un alarde de proteccionismo ciertamente paternalista de la producción francesa, que el tomate ‘bio’ español era ‘falso e incomestible’ y de ahí se desató una tomatina al estilo Buñol, pero a golpe de titulares en lugar de tomatazos, desde el chef José Andrés,  o el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en defensa de la calidad del tomate propio, al ministro de Agricultura francés, Marc Fesneau, que tachó de populista a su ex homóloga francesa, no por carencia de patriotismo sino más bien por pertenecer a la ‘bancada opuesta’ y con unas elecciones nacionales en ciernes… hasta el tomate entra en campaña.

Los hay Raf, Cherry, Corazón de Buey, Mucha-miel, de Pera, Canarios, Valencianos, Kumato… Exquisitos, deliciosos, versátiles desde la ensalada fresca, al gazpacho reconfortante, desde el sofrito sabroso, o el sustrato de la paella llegando al Bloody Mary.

 Difícil imaginar una vida sin el ‘fruto con ombligo’ que pone en tela de juicio dónde tenemos el nuestro.

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