Barrapomelo, la barra para 12 comensales amantes del producto crudo, marinado y madurado

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En el corazón de Murcia, un nuevo espacio rinde homenaje a una de las tradiciones más universales de la gastronomía: la barra. Juan Miguel López Baquero, chef y alma de Barrapomelo, ha creado un concepto que recupera ese formato cercano, directo y esencial que define la experiencia más auténtica de comer. Una propuesta que combina la cultura de la barra con una visión contemporánea del producto y un diseño inspirado en las coctelerías internacionales.

Desde el principio, el chef lo tuvo claro: cuando montara algo propio, sería una barra. Nacido en Archivel, un pequeño pueblo de Caravaca de la Cruz, creció entre mostradores donde el trato personal y la cercanía marcaban la diferencia. “Siempre he sido de barra, de esa costumbre de comer apoyado en el mostrador, de mirar cómo se prepara todo”, explica. Esa memoria es la base emocional de su proyecto. “Las barras son universales”, afirma con convicción. “No son algo exclusivo de España. En cualquier parte del mundo —en Japón, en Perú, en África— hay una barra, un espacio donde la gente se sienta a compartir, a mirar, a conversar. Es una manera de vivir la gastronomía”.

Su propósito no es solo rescatar esa costumbre, sino darle una nueva lectura: convertir la barra en un punto de encuentro entre la cocina, el comensal y el producto. En un momento en que muchos restaurantes han sustituido la barra por formatos más formales o distantes, Barrapomelo reivindica el contacto directo. “Sabía que iba a volver el tema de la barra y quería ser un poco pionero en ese sentido. Ahora está muy de moda otra vez, como lo que están haciendo en el restaurante de Pepe Juan, con quien, de hecho, coincidimos casi en las fechas de apertura”, comenta.

La barra actúa como anclaje visual y emocional. Es el corazón del local, el lugar donde sucede todo. “Me inspiré en espacios como Bar des Prés, en Londres, una barra preciosa con esa estética de coctelería íntima, de conversación y maridaje. Quería conseguir algo similar aquí, en Murcia”, explica. Su otra referencia local es Bro, una de sus sitios favoritos. “Me encanta. Es un sitio donde se respira oficio y autenticidad”.

Propuesta gastronómica

El espacio cuenta con una barra principal para 12 a 14 comensales, accesible únicamente mediante reserva, y dos puntos adicionales para quien quiera tomar un aperitivo rápido o conocer el ambiente antes de sentarse en una próxima ocasión. La propuesta gastronómica gira en torno a tres ejes: crudo, marinado y madurado. El producto es el protagonista absoluto. “Siempre me ha interesado la cocina asiática, no tanto por los sabores sino por la manera en que muestran el producto y lo respetan”, explica. Su idea es ofrecer platos donde el acompañamiento sea mínimo, solo lo necesario para realzar el sabor natural. “Cuando un producto es bueno, no necesita disfraz. Se defiende solo”, afirma.

Uno de sus ejemplos más representativos es la ventresca curada, que define como “jamón de mar”. Suave, con una textura limpia y un punto salino que se equilibra con el dulzor del higo fresco. También el mejillón, tratado como pieza principal, sin salsas que tapen su sabor. En su carta, el hilo conductor es siempre el respeto al origen, con rotación constante según el mercado: hoy puede haber atún o quisquilla, mañana navajas o percebes, pero la base del formato —producto crudo, marinado o madurado— se mantiene.

Color pomelo atardecer

El nombre del local tiene su propia historia. “Barrapomelo no tiene que ver con la fruta, sino con el color”, explica Juan Miguel. “Para mí el pomelo es el tono del atardecer, ese naranja-rosado justo cuando el sol se pone. Ese momento mágico de calma, cuando te relajas con un cóctel y disfrutas del instante”. Esa imagen es la que quiso trasladar al ambiente del local: una luz cálida, envolvente, que recrea una atmósfera de noche incluso durante el día.

El diseño responde a la misma filosofía que su cocina: materiales en estado puro, sin artificios. La barra y las paredes se construyeron desde cero, en hormigón visto y madera natural, buscando esa textura imperfecta que aporta autenticidad. Todo fue hecho a medida. “Pedí la plancha de acero sin tratar, igual que la mesa y el logo, que está en un metacrilato de color. Quería que todo transmitiera sencillez, pero también emoción”.

El horario será de martes a sábado por la mañana, y por las noches funcionará bajo demanda: cenas privadas, grupos, catas, cumpleaños o experiencias temáticas diseñadas a medida.

Con este proyecto, Juan Miguel López Baquero recupera la esencia más pura de la gastronomía. En Barrapomelo, cada detalle —desde el diseño hasta la luz, desde el producto hasta el ritmo del servicio— está pensado para volver a esa experiencia elemental de comer cerca, hablar con el chef y disfrutar del instante. Porque, al final, la barra sigue siendo el lugar donde todo es posible.

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