TOMÁS MARTÍNEZ PAGÁN

Gastronomía desde la Trimilenaria

SINGULAR  MENÚ CUARESMAL

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Después de disfrutar de los excesos del Carnaval, llegó la Cuaresma. En uno de esos días de tanta vida en la Trimilenaria,  me encontré en el kilómetro cero de nuestra Semana Grande, la iglesia de Santa María de Gracia, con dos buenos amigos Álvaro y Ezequiel, con los cuales después de participar en la Eucaristía, nos desplazamos hasta el Bar Columbus de mi buen amigo Félix, donde un buen asiático nos quitó de golpe el frío de la tarde noche cartagenera.

Y como eran fechas de Cuaresma, Ezequiel comentó sobre la Semana Santa, que se celebra después de la primera luna llena de primavera y pone fin a la Cuaresma que, como su nombre indica, comenzó cuarenta días antes. Este periodo del año se ha considerado en el orbe católico durante mucho tiempo como una etapa ascética, de recogimiento  y labor, donde en los campos tenían lugar algunas duras faenas agrícolas, como el trabajo de la tierra, la escarda y la poda de las viñas o la campaña de recogida de aceitunas. La Cuaresma era tiempo de mortificación: había que practicar el ayuno y suprimir todas sastifaciones,  incluida la práctica del sexo, por lo que incluso no se celebraban bodas. La cosa iba en serio: una de la Capitulares de Carlomagno, del año 789, había impuesto la pena de muerte al que comiese carne durante la Cuaresma.

Álvaro, comentó, estamos en otros tiempos y dirigiéndose a mí, comentó, amigo Tomás, tú que siempre hablas de menú gastronómicos de todo tipo, te voy a proponer uno muy singular: Un menú cuaresmal agradable a Dios con receta al alcance de todos. La ley de la abstinencia de carne (miércoles de Ceniza y viernes de cuaresma), obliga a todos los que han cumplido catorce años: la del ayuno, miércoles y viernes, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años. Sin embargo, pocos saben que los Obispos Mexicanos desde 1985 establecieron que «conscientes de la situación de pobreza  en que viven muchos sectores de los fieles y dado que su cultura admite otros signos  más adecuados de penitencia, disponen suplir la abstinencia tradicional de aquellos alimentos, por una especial obra de caridad, o por una especial obra de piedad». Y basado en esto se propuso hacer este singular menú.

Tener siempre a mano:

Abrelatas, para abrir el corazón endurecido.

Cuchillo, para cortar vicios.

Destapador, para destapar lo atorado en relaciones familiares.

Colador, para pasar por alto las ofensas.

Gotas bactericidas, para purificar las intenciones.

Abstenerse:

Abstenerse de comer prójimo ( chismes, difamaciones y calumnias).

Bajarle al condimento de desquites.

Evitar consumo de altas grasas de egoísmo.

No tomar vinagre, que pone de mal genio.

Lavar bien el corazón, para que no se infecte del cólera.

Evitar el consumo excesivo de picantes, para no enchilarse y decir maldiciones.

Evitar el camarón, porque adormece la conciencia, y «camarón que se duerme se lo lleva la corriente».

No tomar postres helados que congelen el afecto.

Evitar comer pan de muertos-de envidia-, para que luego no te digan «que con su pan se lo coma».

Menú recomendado:

Como platillo fuerte; exquisita caridad para con el prójimo.

Caldo de atención  a los desamparados y enfermos.

Ensalada de detalles de afecto para los tuyos.

Pan abundante para compartir con el hambriento

Vino de alegría para convidar a los tristes  y desanimados.

Sopa de letras para escribir más seguido a familiares y amigos.

Sopa de zanahorias para ver con buenos ojos a los demás.

Pan bendito para los afligidos, ya que «las penas con pan son menos».

Postre recomendado:

Perita en dulce, para ser buena persona.

Tuna para tapar….. los defectos de los otros.

Yogur de guayaba para repetir…..los gestos de perdón.

La verdad que me sorprendió con tan singular menú, y sin ánimo de entrar en debate con Álvaro, le propuse un menú distinto, y adaptado a los preceptos de la iglesia, pero muy rico para disfrutarlo en Cuaresma, con otro tipo de elaboración al alcance de todos.

Empezando con un potaje de garbanzos con espinacas y bacalao, para pasar a un plato más suave y sabrosísimo, un tartar de bacalao con aguacate y tomate raf. Continuar con calamar de potera relleno de bacalao y puerros, y un bacalao Norte-Sur ( frito a la gaditana con bilbaína de ajito, perejil y vinagre). Siguiendo con el bacalao, una extraordinaria cazuela de callos de bacalao a la flamenca, son muy pequeños pero plenos de sabor y con una salsa con sus almendras picadas, que quitan el hipo. El postre unas torrijas al vino de Jerez. Y todo regado con un Baigorri Blanco fermentado en barrica 2017

Aprovecho para dejarles una frase para meditar: «Fundamentalmente el ayuno no es una cuestión de estómago, sino de corazón».

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